Cambiar el futuro de la migración

Este 16 de octubre se conmemoró el Día Mundial de la Alimentación. Con el reto Hambre Cero con el que la ONU planteó que para el año 2030 debe estar erradicada el hambre en el mundo, se plantearon también las estrategias para poder cumplirlo. El Día Mundial de la Alimentación conmemora, en una parte, la situación de la seguridad alimentaria en el mundo.
En el mundo, una de cada nueve personas no dispone de una alimentación con la que pueda llevar una vida saludable y activa, además de que uno de cada cuatro niños padece retraso en el crecimiento. Los impactos de estas situaciones han sido evaluados de diversas maneras, incluso relacionándolos con la productividad económica y la capacidad de generar recursos en las personas adultas. Cada año, la FAO dedica el día mundial a una temática que resulta central para comprender por qué la población sigue padeciendo inseguridad alimentaria. Este año, lleva por tema “Cambiar el futuro de la migración. Invertir en seguridad alimentaria y desarrollo rural”.
Uno de los grandes cambios de la segunda mitad del siglo XX es el aumento desmedido de las migraciones internas del campo a la ciudad. El abandono del campo condujo a la concentración de población en grandes ciudades, con la aparición de los cinturones de miseria, crecimiento urbano desmedido y sin organizar, y muchos otros problemas más de las grandes urbes. Por otro lado, la situación política y económica de muchos países obliga a sus habitantes a hacer migraciones internacionales en busca de mejores oportunidades, o incluso, huyendo como refugiados de regímenes políticos totalitarios. Históricamente, las migraciones se dan desde hace mucho tiempo, y es en parte debido a esto que las cocinas nacionales se han ido constituyendo con base en los ingredientes, técnicas y sabores culinarios que van circulando con las personas.
Los migrantes por necesidad se ven en situaciones que comprometen su alimentación, de modo que no pueden asegurar que día con día se procuraren el alimento que cubra las necesidades de diversos tipos (biológicas, culturales, económicas). Por este motivo, las poblaciones en migración tienen la especial atención de la FAO. El abandono del campo provoca, sin duda, un cambio en las formas de producción de alimentos y en el acceso, además de que las migraciones tendrían que ser voluntarias y no por necesidad.
Los discursos políticos internacionales de extrema derecha consideran a los migrantes como una plaga y no como poblaciones que aportan económica, social y culturalmente a los países de recibimiento. Sabemos que una gran parte de la economía de las potencias de primer mundo es movida por la fuerza laboral de las poblaciones migrantes más desfavorecidas, con mayor discriminación y con menor calidad de vida. Todo mundo habla de los grandes chefs, pero es momento de pensar en la explotación y condiciones laborales infrahumanas de los migrantes cocineros. Es momento de recordar también que las cocinas del primer mundo se enriquecen y se favorecen económicamente de los migrantes. La seguridad alimentaria de las poblaciones debe ir más allá de considerar que los alimentos deben satisfacer sus necesidades biológicas. La alimentación debe procurar también esas necesidades culturales que remiten al contexto del que se salió en busca de una vida mejor para ellos y sus descendientes. La descentralización de los países y el apoyo al campo ofrecerían mejores condiciones donde la migración sería por elección.
Publicado originalmente en El Economista
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