El Día mundial del corazón.

El pasado 29 de septiembre se conmemoró el Día Mundial del Corazón, una iniciativa de la Federación Mundial del Corazón con el apoyo de la OMS, con el objetivo de crear conciencia sobre la importancia de los estilos de vida en la incidencia de enfermedades cardiovasculares.
Las enfermedades cardiovasculares son el tipo de enfermedades no transmisibles asociadas a un estilo de vida y causan 3.2 millones de muertes al año en el mundo. Se relacionan básicamente con tres grandes polos: alimentación, actividad física/sedentarismo y tabaquismo. Lo que se pretende es poner sobre la escena pública la importancia de la actividad física y la alimentación en la prevención de estas enfermedades. Así, por ejemplo, en el marco de la Eurocopa de futbol femenil celebrada en Holanda, se hicieron campañas con el objetivo de hacer que los fans del futbol se implicaran en aumentar su actividad física por medio del juego con balón.
Sin duda el lado atractivo de estas estrategias es la concepción de la actividad física desde su lado lúdico, atractivo. En otras ocasiones, hemos señalado ya cómo el culto a un cuerpo con determinada estética hace que muchas veces se confundan los fines estéticos con los fines de salud, muchas veces incluso haciendo muy difusas las líneas que distinguen a ambos. La actividad física no tiene por qué ser algo monótono, obligatorio ni para buscar una determinada forma de cuerpo. El justificar un fin estético con un fin de salud hace que una persona parezca menos vana en por qué acude a un gimnasio. Lo que nos vienen a recordar el tipo de campañas del Día del Corazón es que la actividad física no tiene por qué ser vista como una obligación y por lo tanto como una carga. La actividad física puede ser lúdica. Sin embargo, estas campañas siempre tienen que tener una contextualización según el entorno en el que se aplican. Por ejemplo, analizando el caso de los holandeses a quienes iba dirigida la campaña. Cotidianamente una gran parte de la población se mueve en bicicleta para acudir a sus lugares de trabajo. En una ciudad como la de México, este factor se torna inmensamente complicado por cuestiones de urbanidad, distancias, concentración demográfica, idiosincrasia y hasta cultura de distinción.
Así como se realiza hincapié en que la actividad física no tiene por qué ser aburrida, en ocasiones se olvida hacer este mismo señalamiento sobre la alimentación. En general y debido a diferentes estudios sociológicos, la percepción de la alimentación “sana” se disocia completamente de la alimentación que da placer. A veces, esta dimensión es dejada de lado como si no incidiera significativamente en la salud. Por otro lado, como parte de las estrategias del Día Mundial del Corazón, se sugiere aumentar el consumo de frutas y verduras como uno de los principales consejos en alimentación. De nueva cuenta, este tipo de recomendaciones tienen que ser contextualizadas a una realidad socioeconómica que determina el acceso a alimentos y por lo tanto, al consumo de frutas y verduras, aunque evidentemente no sólo el factor económico determina su consumo.
La generalización de los mensajes hace que la verdadera efectividad dependa del conocimiento del contexto para que las estrategias tengan un impacto real sobre la población. Los mensajes en sí mismos deben promover enfoques no moralistas.
Publicado originalmente en El Economista
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