La torta de jamón después del 19 de septiembre
Puestos de tacos al pastor, sándwiches, tamales, atole, tortas, vasos con fruta por la calle; restaurantes con comida caliente repletos de personas. Cualquiera pensaría que esta es la oferta de una feria de pueblo en México o de la comida de la calle de una de sus urbes. Pero en estos días, todos estos alimentos se regalan a quien pase, al que esté en las zonas de desastre.
Hoy más que nunca, la comida es vehículo y símbolo de solidaridad, de ayuda. De empatía al rescatista que pasó dos turnos completos tragando polvo de los escombros con la esperanza de salvar a alguien. De apapacho a todas esas personas que perdieron todo su patrimonio en unos cuantos segundos. De aplaudir a los voluntarios que salieron a las calles a cargar cubetas, a pasar material; o de los que salieron a donar lo poco o mucho que tenían. La comida, presente como un gesto de agradecimiento, de solidaridad y de que nuestro vínculo social pésele a quien le pese, existe.
La sociedad civil organizada y unida ante la tragedia como pocas veces se le ve. Ante un gobierno inepto e ineficaz, que una vez más demuestra su tamaño para atender las contingencias omitiendo una lista de acciones de prevención y de resolución que se antoja interminable, la sociedad civil demuestra de lo que en realidad está hecha.
Por toda la ciudad, centros de acopio que especifican “Centro de Acopio. Entrega directa, sin pasar por instituciones”. A este punto hemos llegado, a que la desconfianza en nuestras instituciones - que están por y para servir al pueblo- haga que en tiempos de contingencia los ciudadanos con desconfianza les saquen la vuelta para tomar ellos mismos las riendas de los procedimientos para hacer llegar la ayuda. Hemos llegado al punto en que los héroes anónimos, la perrita Frida y el joven que recoge escombros en la silla de ruedas, sean nuestros símbolos de resiliencia y de reconstrucción, porque las instituciones y el gobierno, han fallado en proteger al pueblo, antes, durante y después del terremoto.
Controlar la llegada de la ayuda humanitaria con procedimientos opacos, dejar comunidades olvidadas, hacer de la entrega de despensas un trampolín proselitista, y no tocarse el corazón ante la desgracia humana, es de psicópatas. Vamos, que incluso por instinto, los animales son solidarios cuando son líderes de manada por supervivencia.
Que el 19 de septiembre nos cambie el significado de la torta de jamón. Que en lugar de ser el símbolo por antonomasia del “premio” para acarreados de mítines políticos, sea un recordatorio del día en que el pueblo demostró que los gobernantes que tenemos nos quedan muy chicos, que la torta de jamón recuerde la solidaridad y capacidad que tenemos para resistir, organizarnos y reconstruir. La reconstrucción apenas empieza, vienen tiempos donde se necesitará más que nunca, de la fortaleza del vínculo social que a todos nos une. Y que todo esto, no se olvide en las elecciones del 2018.
Twitter @Lillie_ML
Publicado originalmente en El Economista
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