El problema de las modelos plus size
Dentro del culto a la delgadez de parte de la industria de la publicidad, existe un movimiento “contrario” en el que las marcas se posicionan seleccionando modelos de mujeres con cuerpos que corresponderían a una silueta más corpulenta de los cuerpos que comúnmente se ven en las campañas publicitarias.
Diversas marcas de ropa, zapatos o productos de belleza se han sumado a la tendencia de usar en sus campañas a modelos mujeres que dentro del mundo de la publicidad son denominadas plus size models o modelos tallas extras. Esto se hace con el fin de poner una modelo con la que la mayoría de las mujeres se pueda identificar.
Pero detrás de este tema, existen controversias en torno a la denominación de este tipo de cuerpos. Cuando uno ve a las llamadas modelos de talla extra, no puede evitar pensar que ese tipo de cuerpo se acerca un poco más a la media de la corpulencia femenina que vemos comúnmente en nuestra vida cotidiana. El problema es que se denominan modelos de tallas extra como si la talla “normal” correspondiera solamente a una silueta más delgada. Y no sólo se destaca que estas modelos tengan una corpulencia mayor, sino que como la mayoría de las mujeres, tienen rollitos, imperfecciones, celulitis o estrías (aun las mujeres delgadas las tienen).
El punto positivo es que estos cuerpos se movilicen cada vez más en la publicidad. El punto negativo es la manera en la que se denominan y categorizan. Se les señala en diversos artículos como si fuera algo extraordinario, cuando en la vida cotidiana son cosas de todos los días. Aun con todo esto, las modelos que presentan mayor corpulencia tienen una producción en el arreglo de cara, cabello y ropa que son difícilmente alcanzables en la vida cotidiana. Representan, pues, un ideal aspiracional más cercano, pero que no deja de ser eso: aspiracional.
El hecho de señalar la talla grande para clasificar estos tipos de cuerpos es como resaltar que la talla de ropa importa, en una industria en la que las tallas no tienen que ver con medidas de cuerpo objetivas, sino con patrones de costura cada vez más reducidos. Existe evidencia de que las medidas de la ropa se han ido reduciendo, aunque se trate de la misma talla en el número (mas no en la medida objetiva). A la talla 0 se le agregó recientemente una más pequeña, la 00. Una de las búsquedas más comunes en Google Estados Unidos es buscar qué talla de ropa utilizan las celebridades, como una forma de comparar el propio cuerpo, como si la talla definiera una comparación objetiva. Se ha observado también que muchas mujeres tienen como objetivo llegar a usar una X talla de ropa.
Por otro lado, hay otras instancias en las que no se les denomina modelos de talla grande, sino mujeres con cuerpos de verdad. Esta clasificación también plantea problemas, puesto que en la diversidad de morfologías, en la vida cotidiana también existen mujeres que presentan una corpulencia menuda, y no por eso son mujeres más “irreales” que las que tienen curvas. El problema al final es esa tentación por querer clasificar todo. Incluso las medidas como el IMC presentan dificultades, puesto que aunque es un indicador relativamente fiable para usar de manera epidemiológica, para usarse de manera individual no es efectivo como parámetro único a utilizar para “clasificar” un cuerpo en bajo peso, peso normal, sobrepeso u obesidad. Aun con todas estas clasificaciones, existe polémica sobre la forma en la que se determina el punto para dicha clasificación, teniendo en cuenta las variaciones morfológicas que existen entre poblaciones.
Es entonces una tentación humana el querer clasificar y denominar las cosas para relacionarnos con el mundo, y el cuerpo genera toda una serie de clasificaciones e interiorizaciones sobre lo que es y lo que debería ser. Reflexionemos sobre los alcances de lo que leemos y de cómo tenemos esa tentación omnipresente de clasificar el cuerpo propio y el de extraños.
Publicado originalmente en El Economista
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