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Punto y como

La alimentación inglesa y el Brexit


El miércoles 22 de junio, un día antes de las elecciones a favor o en contra del Brexit en el Reino Unido, un contingente de personas abordó en la Gare du Nord de París el Eurostar, con charolas llenas de croissants calientes con destino a Kings Cross, una estación de trenes en Londres. Con un acuerdo inicial con la legendaria panadería francesa 
Poilâne, la idea era repartir estos croissants con una tarjetita hecha a mano con varios mensajes en contra del Brexit, entre ellos, algunos que señalaban cómo una joven inglesa, gracias a la UE, podía recibir en Francia educación gratuita en panadería, como cualquier joven francés, y distinguir entre un croissant recto, hecho de mantequilla, y un croissant en media luna, hecho de margarina. Algunos otros mensajes escritos a mano por parte de franceses tenían consignas hacia los ingleses como: “Los amamos, amamos su música, su humor, por favor no se vayan”. Las leyes inglesas impiden repartir comida o bebida en favor de consignas políticas, por lo que los activistas ingleses decidieron regalar los croissants a un refugio para no ser arrestados. Aun así, lograron repartir las tarjetas escritas a mano, que hicieron furor entre algunos de los ciudadanos que recibieron este mensaje como una campaña diferente. Aunque la mayoría de los londinenses votó por quedarse, ahora conocemos que los resultados de la elección del viernes fueron determinados por otros distritos.


Es interesante encontrar que entre las voces a favor del Brexit, una de las principales demandas era la ideología antiinmigrante, y como muestra, decían que la cocina inglesa se había desvirtuado para dar paso a la cocina india como un elemento más de la famosa y cada vez más sobrevalorada identidad nacional. Habría que recordar a esos ingleses que el hecho de que la cocina india sea la cocina número uno en el Reino Unido no es gratuito, ni obedece al hecho de que un día a un grupo de indios se le ocurrió emigrar al Reino Unido. Obedece, como casi todas las historias de las cocinas nacionales, a un continuo intercambio y reconfiguraciones culinarias, en gran parte producto de la política e ideología colonizadoras que datan de siglos en el Reino Unido.

Analizando los hábitos de consumo de los ingleses, hoy en día están también moldeados por productos provenientes de toda Europa. Es interesante ver cómo el hecho de comer ensaladas con verduras crudas y aliñadas con aceite de oliva data apenas de la era de la posguerra, cuando empiezan a llegar aún más estas mercancías provenientes de Italia. Para ilustrar con otro ejemplo: en 1957, la pasta era considerada todavía un producto exótico; tanto que un documental falso de la BBC para el Día de los Inocentes en el que se mostraba a familias suizas cultivando “arbustos de espagueti” logró engañar a muchos ingleses sobre el origen de este producto.


Lo que debería estar preocupando a los ingleses, por ejemplo, es de dónde van a conseguir su mano de obra barata por estaciones, para cosechar sus preciadas manzanas y peras, que dan origen al famoso relleno de pay de Bramley, protegido por las leyes europeas de la denominación de origen. Hablando de leyes, tendría que preocuparles desde hoy cómo protegerán sus productos con denominación de origen otorgada por la UE, como el queso cheddar, para evitar que otras latitudes hagan copias más baratas. O cómo mantener sus cultivos libres de los pesticidas que hasta hoy son reglamentados con mano dura por la UE y de los que muchos agricultores ingleses reniegan por no poder usar.


Además de lo anterior, la industria restaurantera del Reino Unido está conformada en una mayoría por mano de obra de migrantes. Las grandes cadenas de descuento donde la clase obrera compra sus alimentos como Lidl son de origen alemán. Además de la especulación en los mercados financieros que el 
Brexit ha provocado, hay sin duda una preocupación más de fondo que afecta a todos los ciudadanos del mundo: poco a poco vemos cómo las ideologías de extremo nacionalismo van tomando el escenario global en un mundo donde lo que menos necesitamos ahora son divisiones e ideologías de falsa supremacía nacionalista.


Publicado originalmente en El Economista

@Lillie_ML



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