Cuando las comidas son todo, menos “perfectas”
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Punto y como

Cuando las comidas son todo, menos “perfectas”


En una era del prescriptivismo en la comida, en donde todo tiene que ser sano, variado, producido de manera sustentable con el medio ambiente, sin azúcar, sin grasa, con ingredientes que sean “supercomidas”, cocinado de manera perfecta y con una presentación digna de un cuadro de Pollock, consumido en familia con una gran sonrisa mientras todos comparten una agradable conversación, el ideal resulta inalcanzable.


Y es que todos sabemos que ese ideal de perfeccionismo sobre cómo deberíamos comer resulta generador de culpas y ansiedades. ¿Cómo respondemos ante esto? Con maneras de rebelarse a través de comidas imperfectas que resultan dignas de analizarse.

Está, por ejemplo, la fascinación por hacer visibles las “pesadillas en la cocina” o los platillos fallidos. Esta forma de mostrar al mundo fotos de comida perfecta, con la iluminación, la composición en colores y el brillo controlado de la fotografía para hacerla apetecible, tiene una contraparte en la que todos alguna vez hemos intentado hacer una receta y no nos queda del todo bien. Existen sitios de Internet, blogs, cuentas de redes sociales e incluso programas de televisión que dedican su temática exclusivamente a aquellas comidas que no salen como esperamos y que se toman con humor. Incluso una de las gurús del estilo de vida “perfecto” en EU, Martha Stewart, causó alguna vez revuelo en redes sociales por las pésimas tomas de comida que subía a sus redes, que provocaban todo, menos abrir el apetito. Hasta al mejor cazador se le va la liebre, y no pasa nada, puesto que esto demuestra una circunstancia de nuestra vida cotidiana: la mayoría de nosotros en el día a día no podemos dedicar gran tiempo ni esfuerzo a hacer de nuestras comidas un platillo digno de postal, y esto no nos hace menos apreciadores del arte culinario. Incluso en relación de las comidas imperfectas, muchos críticos gastronómicos admiten que les estimula más escribir de un lugar donde la cocina resultó fallida, que de un lugar perfecto, puesto que se puede ser más elocuente con lo que salió mal, que con lo perfecto.


Otra manera de contestación a las “comidas perfectas” reside en nuestros “gustos culposos”. Casi todos tenemos algún gusto en comida que sale de las normas de lo que sería el “buen comer”. Y de este rasgo, obtenemos preferencias variopintas que van en contra de esta norma, desde salir por una pizza de chile relleno, hasta una persona que conocí, a la que le fascinaba preparar chilaquiles no con tortillas, sino con botanas de maíz enchiladas de conocida marca. ¿Y sabe qué? A veces las personas necesitamos válvulas de escape a toda esta serie de prescripciones sobre lo que debería de ser nuestra alimentación.


Hay otras comidas que nos recuerdan con nostalgia algún momento de nuestra vida, y por eso nos parecen lo máximo. ¿Qué me dice de las comidas de borracho? En la CDMX existen taquerías conocidas como taquerías de borracho, a las que uno acude para cenar después de irse de fiesta. Si uno no va en estado etílico, los tacos son malos: sin sabor, grasosos y con salsas más bien aguadas. Pero hay personas que gustan de ir a consumirlos para recordar sus tiempos de fiesta y juerga. A veces, las comidas imperfectas nos recuerdan el lugar de donde venimos. En Guadalajara, hay muchos inmigrantes provenientes de Sinaloa. Una sinaloense me decía que ella se puso a vender tostilocos, porque en ningún lugar de la Perla Tapatía los sabían preparar con el sazón de su tierra. Y está por demás decir que aunque a muchos nos parecen sabrosos, para otros podrían resultar una aberración botanera.


En esta era de prescriptivismos alimentarios, las personas nos las arreglamos para, de manera contestataria, mostrar que no siempre se puede ser perfecto, y que en la imperfección se encuentra también el disfrute.

@Lillie_ML
Publicado originalmente en El Economista
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