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Punto y como

Decidir lo que comemos: ¿pocas opciones, más satisfacción?


Existe una verdad ineludible en el mundo de la alimentación: hoy más que nunca, tenemos a nuestra disposición una variedad enorme de alimentos frescos, preparados, listos para comer, importados, con ingredientes exóticos, de manufactura extranjera o nacional, etc. Casi todos tenemos una experiencia en torno a este fenómeno: ¿Recuerda usted cuando tal vez algún dulce o ingrediente muy apreciado tenía que ser traído por la persona que viajaba a otras latitudes? ¿Qué me dice de alimentos y preparaciones que hoy son tan comunes para algunas personas en contextos urbanos? Recuerdo particularmente la primera vez que comí sushi de niña, en el contexto de una feria con muestra internacional de cocinas. Ese envoltorio en alga negra era exótico, pero divertido y algo nunca antes visto en mi estrecho imaginario culinario de 7 años. Sólo hicieron falta unos cuantos años para que el sushi se mexicanizara y se volviera alimento que se consigue en puestos esquineros callejeros en la Ciudad de México.


Y es que hoy, para todo tenemos que elegir. Lejos están los tiempos en los que los matrimonios eran más un arreglo entre familias, un contrato civil con vistas a intereses de todo tipo. El amor conyugal como antecedente en las uniones matrimoniales es una noción que en la historia de la humanidad es de reciente aparición. Hoy tampoco estamos obligados a seguir perpetuando el oficio de nuestros padres. De esta manera, tenemos que tomar decisiones importantes de vida, en cuanto a la pareja, la profesión, el trabajo, la ciudad donde queremos residir, la planificación familiar, la escuela de los hijos, etc. Todo esto suena relativamente benéfico para buscar la realización propia. Pero además de todas estas decisiones, hoy tenemos que decidir sobre los aspectos más triviales en la vida diaria: el corte de los jeans, el plan de teléfono que más nos conviene, el modelo de teléfono, la rapidez del internet, la app que mejor nos monitorea el ritmo cardiaco en el ejercicio, el lugar a donde vamos a salir... y un sinfín de decisiones diarias, entre ellas por supuesto, qué voy a comer el día de hoy. Y es aquí donde la cosa se vuelve más interesante. El psicólogo Barry Schwartz, es uno de los primeros investigadores en describir empíricamente y posteriormente con datos duros, cuáles son los efectos de tener tantas opciones para la vida cotidiana de hoy en día. A este postulado se le llama la paradoja de la elección, y va más o menos así: Entre más opciones tiene una persona sobre un asunto particular, más sentimiento de insatisfacción le provoca su elección. Según este psicólogo, la proliferación de opciones en la vida cotidiana, deja a las personas con sentimientos de infelicidad. En muchos sentidos, medir esto científicamente puede resultar controversial, ya que no muchos psicólogos están de acuerdo con la estandarización de las escalas de felicidad – dicho de otro modo, los instrumentos que se utilizan para medir qué tan feliz es una persona -. En este sentido, se han hecho estudios en el campo de la alimentación que arrojan resultados particularmente interesantes.


Por ejemplo: Usted tiene la opción de ir a un restaurante. Hay dos opciones de restaurantes bien calificados, con buenos chefs, de precio similar, buen ambiente y todas las condiciones similares, salvo una excepción. En uno, hay un menú con una gran variedad de platillos para todos los gustos: veganos, pastas, ensaladas, carnes, tacos, sushi, etc. En el otro, la carta se resume básicamente a 5 platillos recomendados por un chef. ¿Usted cuál elegiría? Evidentemente, además de la carta la respuesta depende de factores como la compañía, la cercanía del lugar, etc. Pero remitiéndonos a una respuesta en un contexto experimental donde todas las variables son iguales salvo la del menú, se han encontrado particularidades culturales. Otro ejemplo en este mismo contexto del estudio de la paradoja de la elección, es el siguiente: Hay dos heladerías con helados al mismo precio. Una ofrece 50 sabores de helado, la otra 10. ¿En cuál heladería compraría su helado?. Los investigadores de esta encuesta encontraron que sorprendentemente, las personas de Estados Unidos son las que preferían mayores opciones, en contraparte con las personas de Francia, Suiza, Alemania e Italia. Más allá de un componente cultural, debemos recordar también que los contextos socio históricos de los países encuestados proveen diferentes lecturas. Por ejemplo, sabemos que nuestros vecinos del norte se precian de ser una nación de libertad y libre albedrío individual como valores esenciales del nacionalismo (aunque en la práctica diste mucho de lo que se promulga). Tal vez por este factor, más que la calidad de la comida (como podría ser el caso de los países con historias culinarias importantes donde se valoran las tradiciones como Italia o Francia), los valores de libertad, o por lo menos del sentimiento de libertad de elección, son más importantes.


En México, no tenemos a ciencia cierta estudios controlados sobre la paradoja de la elección, pero sin duda, sería interesante contestar a esta pregunta para entender cómo se formulan las decisiones en alimentación. Tal vez en esta etapa de transición, las respuestas hipotéticas no son tan evidentes, cambiando incluso, entre contextos regionales en nuestra nación. Lo que está claro, es que para muchas personas, el tener tantas opciones genera el sentimiento de “estar perdiéndose de algo mejor” o simplemente, de confusión. Afortunadamente hoy en ciertos contextos, ya nadie nos dice qué estudiar, con quién casarnos o cuándo tener hijos. Pero a veces, las decisiones más cotidianas como la de alimentarse, podrían paradójicamente, abrumarnos y frustrarnos ante la pluralidad de opciones y de consecuencias de esas elecciones. Vivimos en una sociedad en donde la felicidad parece un valor exaltado, más como un estado perpetuo mítico a alcanzar algún día, que como el atesoramiento de momentos de felicidad, que dicho sea de paso, son tan fácilmente alcanzables con una buena comida en buena compañía.

@Lillie_ML

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