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Punto y como

El estrés nuestro de alimentarnos cada día



Alimentarse correctamente parecería ser una tarea de titanes. Nunca antes habíamos estado tan expuestos a una gran oferta alimentaria ni a toda la gama de posturas sanitarias, políticas, religiosas y sociales sobre los alimentos que comemos y los que dejamos de comer.


Alimentarse es un acto cotidiano y, sin embargo, se ha vuelto un asunto de proporciones y dimensiones políticas que si bien siempre han sido intrínsecas al acto alimentario, nunca antes como hoy en día han sido uno de los temas más discutidos en la escena pública.


El discurso higienista sobre la alimentación; es decir, aquél que relaciona lo que comemos con el estado y las consecuencias a la salud, es uno de los que predominan en nuestros días. Por todos lados surgen voces sapientes —y otras muchas no tanto— acerca de lo que deberíamos de comer para tener un estado de salud óptimo.


Pero ¿cómo distinguir las sapientes de la charlatanería? Recordemos que hace algunas décadas se recomendaba comer margarina en lugar de mantequilla, debido al contenido de grasas saturadas de la primera. Después, se divulgó que las grasas trans de la margarina son altamente tóxicas para el organismo. En septiembre del 2014, Time dedicó su portada principal a un mensaje poderoso “Coma mantequilla. Los científicos catalogaron a la mantequilla como el enemigo. Estaban mal”, cuando la literatura científica que soporta los beneficios de las grasas saturadas como la mantequilla consumidas en moderación ha estado publicada por décadas.


Para alimentarse cada día, idealmente habría que encontrar el tiempo para hacerlo de forma casera y más barata, o, si pertenecemos a ese privilegiado y cada vez más pequeño sector de la población mexicana que tiene pocos problemas económicos para alimentarse, nos vemos ante una hiperoferta y disponibilidad de alimentos reputados por tener un efecto benéfico en el organismo. Si además de alimentarse existen motivaciones sociales, religiosas o convicciones personales, habrá entonces que elegir el alimento orgánico, vegano, Kosher, libre de gluten, o el nuevo alimento que esté en tendencia entre los hípsters, los foodies y otras tribus sociales, donde lo nuevo parece ser el alga espirulina como alimento trendy.


Ante todo, el comer es uno de los grandes placeres de la vida, no sólo por una cuestión hedonista mal entendida, sino por una cuestión de bienestar general de la persona. Si bien en el acto alimentario siempre han existido estas dimensiones intrínsecamente, hoy más que nunca éstas son expuestas en la escena pública. Hablar de comida en la escena pública ya no es percibido como acto banal.


¿Cómo hacer para concatenar todas estas dimensiones en un platillo de cena? Tal vez volver a los orígenes. Esto implicaría volver a ponerle encanto a lo que comemos, disfrutar de ir al mercado, experimentar con platillos nuevos, tratar de recrear aquellas recetas de familia olvidadas en un cajón o, simplemente, comer con gratas compañías aquellas combinaciones de platillos preparados en casa o ser capaces de realmente degustar, de oler y saborear lo que nos metemos a la boca. Tal vez la clave estaría en volver a escuchar a nuestro cuerpo, a nuestra cultura, a nuestras tradiciones y sabiduría popular y a nuestras necesidades vitales de pertenecer a un grupo social y cultural que comparte y disfruta lo que come.

#ElEconomista #Estrés

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