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Punto y como

Comer solo o acompañado: ¿qué influencia tendría en lo que comemos?

El hecho de comer solo o acompañado es, hasta el día de hoy, un aspecto que involucra muchos significados. Algunos de estos variados aspectos tienen que ver con la calidad y la cantidad de lo que comemos. ¿Cómo influye la compañía de los demás a la hora de la comida, en lo que elegimos para comer, en la calidad de lo que comemos y en la cantidad de lo que comemos?


De entrada, existe una cierta regulación social de las horas de comida. Existen, por ejemplo, en oficinas, las horas de comida, donde se supone que uno va a comer, y rara vez uno se levanta a comer a las 3 de la madrugada, aunque los tiempos modernos cada vez más nos orillan a un desorden de los tiempos de comida y del tiempo que les dedicamos a las comidas.


En muchas culturas, incluyendo la mexicana, hasta hace no mucho tiempo, aquél que comía solo era considerado casi como una persona triste o solitaria, y cuando se hacía en público, se pensaba, por ejemplo, que era algún forastero, obligado a no compartir la mesa. hoy en día, este aspecto se desvanece cada vez más, siendo más común encontrar a personas que comen en cubículos frente a sus monitores, en sus autos o mientras caminan. Interesados en todos estos y otros cambios de la alimentación moderna, varios científicos se han propuesto estudiar los efectos sobre la calidad de lo que comemos, solos o acompañados. En una revisión sistemática de 41 estudios, se ha encontrado que las personas que comen la mayoría de sus alimentos solos tienen una tendencia a comer con menos calidad en la ingestión de nutrimentos importantes. Esto se puede explicar, en parte, como una falta de motivación para realizar tareas cotidianas, como elegir y preparar los alimentos, en comparación con cuando se cohabita con alguien más y cuando se consumen los alimentos en grupo o en pareja.


Por otro lado, para nadie es desconocido que cuando asistimos a una comida familiar, generalmente aplicamos el típico botonazo, y terminamos comiendo más de lo que comeríamos; a este efecto se le llama facilitación social. Por el contrario, si estamos en alguna comida de negocios, raramente comeremos mucho más que el compañero de mesa —so pena de vernos muy gandallas— y casi todos terminarán comiendo la misma cantidad de comida; a este efecto se le llama inhibición social. ¿Para qué sirve saber esto? Pues se ha visto que en personas obesas que comen con personas con elecciones de comida saludables, en un lapso de tiempo largo, terminan imitando algunas elecciones e incluso reduciendo las porciones de comida que consumen. El mismo efecto se observa en niños de un grado escolar menor que por imitación de sus compañeros de grados escolares más altos comen verduras que nunca habían probado.

La importancia de toda esta evidencia, que aún está desarrollándose por todo el mundo, es que para implementar acciones exitosas en materia de salud pública y alimentación, con resultados de impacto a largo plazo, la dinámica de informar y atiborrar al ciudadano de información resulta caduca, así como su contraparte igualmente nociva de un Estado todo protector que toma las decisiones sobre los ciudadanos. Debemos mirar con ojo crítico pero con espíritu abierto cuáles son las evidencias de investigación que nos hablan de cómo somos y cómo nos comportamos, para poder implementar medidas con un enfoque más pragmático que dogmatizador. Sin duda, la parte de las comidas hechas en grupo podría ser una puerta de entrada para la promoción de bienestar alimentario.


Publicado originalmente en El Economista


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